jueves, 22 de octubre de 2009

La función del cronotopo bajtiniano en “El fantasma del Cabo Virgenes” y “Chechén, el hijo” de Cecilia Maldini Frías

La función del cronotopo bajtiniano en “El fantasma del Cabo Virgenes” y “Chechén, el hijo” de Cecilia Maldini Frías

Dos locaciones diferentes pero parecidas, donde la intemperie se hace dueña del relato, y se incorpora a él, cumpliendo una tarea que excede la meramente decorativa; se transforma en trascendente a través del trabajo narrativo que la escritora le imprime. El lugar y el tiempo, y las encrucijadas que el lugar y el tiempo construyen dentro de la historia son mucho más que un marco, o como los escritores denominamos, un ambiente. Trabajando en el taller con la estructura profunda del relato, con ese díalogo que se establece entre lector y autor, díálogo enriquecido por aquello que no se dice y que se infiere, es que advertí cuánta importancia tiene para la conformación y desarrollo del relato, el ambiente. Y cuando decimos ambiente decimos una determinada época histórica y un determinado lugar geográfico, que conforman a decir de Bajtin, el cronotopo, ese lugar donde ambas líneas se cruzan y se re-significan para que el relato tenga sentidos (remarcando el plural, porque los cronotopos tienen como función el abrir la polisemia de los textos) donde podemos leer (o sentir/percibir) eso que tanto se nombra, el discurso de superficie y el discurso profundo, o la apariencia y la esencia.
Me planteaba en el taller si era correcto trabajar un cuento definido de antemano como de “adultos” para explicar una técnica a niños de ocho años, pero recordé mi propio placer estético al leer “Chechén, el hijo” de un libro predefinido por sus elementos paratextuales como literatura infantil. Ahí fue cuando comprobé que ambos textos tenían un armazón estructural complejo, cuyo centro estaba construido alrededor de la idea bajtiniana del cronotopo.
La idea de cronotopo nos presenta un suceso, pero no es un suceso cualquiera, sino que es un suceso enmarcado, y es importante dentro de la construcción del relato. Esto es, ninguno de los dos cuentos podría haber sido escrito sin contar con su respectivo cronotopo. No podría haber sido contado en otro lado, en otro tiempo, es decir, el paisaje es en Maldini, al decir de los láricos, el paisaje en el hombre,no es el elemento decorativo vacuo y descriptivo que sólo llena páginas y páginas de descripciones. El ajuste mínimo, la precisión casi epifánica del detalle, centra la mirada en lo esencial, dejando en un aparte lo suntuario, lo prescindible del paisaje
En “Chechen, el hijo”1 el relato se abre y se cierra con un enunciado gestado a la luz de una oración: “Una mujer morena”:
“Una mujer morena camina por el campo, rumbo al mar”
Y culmina con un enunciado similar desde la sintaxis, que conserva el sujeto de la oración que abre el texto:
“Una mujer morena vuelve sobre sus pasos, caminando desnuda por el campo, a la luz de la luna que ilumina las piedras y las flores silvestres de los cerros.” Y es aquí justamente donde se produce el espectacular cambio de sujeto que, de alguna manera resignifica el cuento y lo cierra:
“Lleva un niño en sus brazos”. Ese niño es Chechén.
Ese lugar, adonde llega la mujer con la tribu, a alimentarse de la ballena varada es el lugar donde se desencadena la historia, y desde donde podemos aprehender la realidad singular que nos construye el relato, es un lugar singularizado, tal como el Cabo Virgenes lo es en el relato “El fantama de Cabo Vírgenes”2
El lugar concentra los acontecimientos en un pequeño espacio geográfico que va acercando la acción como si fueran enfoques cinematográficos, enfocando a pequeñísimas escenas, a saber, la escena de la despedida en la playa, la escena del juramento, la escena de la muerte, la aparición de el hombre en el faro, enfoque en la cabaña, rechazo en la playa, la escena de la anagnórisis del fantasma y su reconocimiento de que Conrado no era Julián, su esposo, y la ruptura de la promesa de amor.
La técnica es la misma que en Chechén, la llegada al lugar donde está la ballena varada, la tribu come la carne de la ballena, comienzan a sentir los síntomas del envenenamiento, llegada de los blancos a rematar a la tribu, nacimiento del niño, huida del lugar de Chechén con su madre.
Al igual que en “Chechén, el hijo”, la playa es en “El fantasma...” el lugar donde comienza todo y todo termina, porque es el lugar donde se sella la promesa del retorno de Julián, esposo de la fantasma en vida, y el lugar donde es rechazada por Conrado con el gesto de arrojar el medallón.
En ambos cuentos no hay desplazamiento geográfico. El accidente geográfico de Cabo Vírgenes y ese lugar indeterminado pero fácilmente ubicable en la zona del estrecho de Magallanes, son encrucijadas témporo-espaciales denominadas por el teórico Nicolas Bajtín como el sitio donde se atan y desatan los nudos cruciales de la narrativa; y reponen, a la vez que utilizan “regionalidades”-saberes específicos de conocimiento experenciales de una zona geográfica determinada-, donde entran a jugar los no-dichos, por no -necesarios.
Es decir, a un patagónico no hace falta contarle cómo fue el exterminio de los tehuelches,ni contarle que los estancieros envenenaban la carne, de ballenas en este caso, o de corderos eventualmente, para exterminar tribus enteras...y quien conoce de la historia que no figura en los libros de historia argentina de la escuela saben de la fundación de las ciudades Nombre de Jesús, en la cercanía de Cabo Vírgenes y Rey Felipe, fundaciones fracasadas, donde sus habitantes perecieron por hambre y enfermedades.
El cronotopo entonces, en los cuentos de Maldini, además de ser el centro de su técnica narrativa , es una marca identitaria. Una manera alternativa de contar la historia no oficial de su pueblo, más allá que el argumento se comprende perfectamente, aún si uno no posee esos saberes previos.
Al ficcionalizar eventos históricos la narrativa de Maldini se situa en ese espacio complejo que juega siempre al margen del “regionalismo” pero sin caer en él, y a la vez recupera ese imaginario que nuestra gran poeta Gabriela Mistral dió en llamar “trópico frío”, y que ha dado una larga tradición de narradores que escriben con un ojo en la historia y otro en la literatura, como Pavel Oyarzún, Francisco Coloane, Elpidio Isla, Asencio Abeijón, Donald Borsella, David Aracena y otros narradores de estirpe.

Claudia Elisabet Sastre - Puerto San Julián- 20 de octubre de 2009-

6 comentarios:

  1. Mejor que el cronotopo es el cristopo!!

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  2. no estoy de acuerdo: Mijahil Bachtine

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  3. o el cronotopio, menos formal y, por lo tanto, menos aburrido. "a un patagónico no hace falta contarle cómo fue el exterminio de los tehuelches,ni contarle que los estancieros envenenaban la carne, de ballenas en este caso, o de corderos eventualmente, para exterminar tribus enteras..." es un supuesto que no tiene demasiado anclaje en la vida real. además, un patagónico... todavía se necesitan los gentilicios? encima los impuestos por la ignorancia y la superchería conquistadora? brindo a diario por una literatura sin atributos. no es tan terrible. un escritor no es nadie ni representa a nadie. la literatura es gratuita e inútil. la crítica debería dejar de ser tan esencialista y detenerse en aspectos más notables del objeto artístico, y no tanto en nombrar la selección patagónica de escritores que, al perecer, 'la tienen' con la cosa.

    damian lagos (usuario de facebook patagónico)

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  4. Gracias Claudia por tomarte el trabajo de leer y analizar lo que alguna vez humildemente escribí, y por hacerme ver aspectos que ni siquiera imaginaba que existían relacioandos con mi escritura.

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  5. eso no se agradece ceci, con las buenas y las malas, es mi trabajo
    abrazo

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  6. Claudia me parece brillante tu análisis,particulamente creo que allana el camino para comprender mejor algunos textos.

    marina

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